Flotan en el aire algunos conceptos equivocados sobre la táctica y estrategia del fútbol atorrante. Y los futuros tratadistas deberán refutarlos.
Veamos algunos de ellos.
"Es lo mismo perder uno a cero que diez a cero" Axioma que pretende inducirnos a atacar desesperadamente aunque nos revienten a goles. Es falso. Es mejor ir perdiendo uno a cero. De este modo con un gol de casualidad, empatamos. En el otro caso, nos ponemos diez a uno.
"Venimos a divertirnos" Frase que le sueltan a uno cada vez que se pone un poco nervioso.
Y aquí nos hallamos ante un punto fundamental.
"¿Venimos a divertirnos o a hacernos mala sangre?" me preguntan a veces cuando me enojo. Y yo contesto: "A hacernos mala sangre".
Sí señor, yo no vengo a divertirme. Para eso está el ludo, el desconfío o el pinchanúmeros, pero nunca el fútbol.
Yo quiero sufrir ante el resultado incierto. Padecer la angustia del dominio rival. Sentir miedo ante los golpes y aguantármelo. Quiero imaginar que cada partido es terrible y decisivo. Sé que deberé poner inteligencia y fortaleza.
Que hay compañeros que necesitan socorro y adversarios dispuestos a todo. Esta realidad me excita, me entusiasma, me indigna y me enfervoriza, pero no me divierte.
Y quienes van a la cancha a divertirse han equivocado el lugar.
"Es lo mismo perder uno a cero que diez a cero" Axioma que pretende inducirnos a atacar desesperadamente aunque nos revienten a goles. Es falso. Es mejor ir perdiendo uno a cero. De este modo con un gol de casualidad, empatamos. En el otro caso, nos ponemos diez a uno.
"Venimos a divertirnos" Frase que le sueltan a uno cada vez que se pone un poco nervioso.
Y aquí nos hallamos ante un punto fundamental.
"¿Venimos a divertirnos o a hacernos mala sangre?" me preguntan a veces cuando me enojo. Y yo contesto: "A hacernos mala sangre".
Sí señor, yo no vengo a divertirme. Para eso está el ludo, el desconfío o el pinchanúmeros, pero nunca el fútbol.
Yo quiero sufrir ante el resultado incierto. Padecer la angustia del dominio rival. Sentir miedo ante los golpes y aguantármelo. Quiero imaginar que cada partido es terrible y decisivo. Sé que deberé poner inteligencia y fortaleza.
Que hay compañeros que necesitan socorro y adversarios dispuestos a todo. Esta realidad me excita, me entusiasma, me indigna y me enfervoriza, pero no me divierte.
Y quienes van a la cancha a divertirse han equivocado el lugar.
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