El último partido fue un alivio. Se jugó de manera distendida pero seria. Y se ganó merecidamente. Hubiésemos preferido vivirlo como una final. Pero llegamos a la última fecha sin chances de terminar en posición de ascenso directo. Por muy poco. Lamentablemente.
Fue un primer tiempo horrible. Ninguno de los dos equipos jugaban a nada. Se corría mucho y mal. Las ideas estaban al costado de la cancha, riéndose en las gradas. Las situaciones al arco andaban escondidas entre los autos. No pasaba nada. Basta con decir que el momento más emocionante fue cuando promediando el primer tiempo ingresó al campo de juego Santiago Acosta. Medias bien altas (tanto como él) y la camiseta histórica (cosa de pocos). Allá de 9. Como si nada hubiese pasado. Dejando tibia, peroné y 6 meses en Estados Unidos de lado. El momento más emocionante. Hasta el segundo tiempo...
Se cambió la mentalidad. Y nos decidimos a atacar. Más que nada lo tomamos como una invitación al rival que asomaba con ser muy flojo atrás. Y se empezó a jugar cerca del área rival. Un desborde por izquierda del debutante "Lucho" (gracias Moytor) y, por primera vez, buscaron al ídolo ¿Por qué tardamos tanto? Recibe. La para. Se acomoda. Y fusila al arquero. Para sacarse camiseta, pantalón, médicos, cinta, pesas, gimnasio, rehabilitación, consultas, radiografías, esquí y dos gordas yankis de encima. El regreso soñado. El 1-0. Pero importó más la persona de Churex que haber abierto el marcador. Seguro que si.
A partir de ahí nos distendimos y empezamos a desplegar un buen fútbol. Ese que anduvo melodeando en varios partidos. El del juego sencillo y al pie buscando los espacios. Lucho se anotó con otro gol para que Moytor inflara pecho al grito de "Ese lo traje yo!". Y otro histórico, Nico Donnelly, puso la puntada final a un gol lindísimo por la jugada previa, tocando en equipo. 3-0. Pitu se dio el gusto de irse expulsado por primera vez (vaya que lo buscó). Y descontaron para la estadística nomás. El último partido fue una fiesta. Gracias a la buena noticia del regreso de Churex al equipo. Y a que se ganó cómodo.
Volvió Churex. Pero faltó la otra vuelta. La olímpica. Hija de puta que se nos viene negando. Pero ya la vamos a cruzar.
Fue un primer tiempo horrible. Ninguno de los dos equipos jugaban a nada. Se corría mucho y mal. Las ideas estaban al costado de la cancha, riéndose en las gradas. Las situaciones al arco andaban escondidas entre los autos. No pasaba nada. Basta con decir que el momento más emocionante fue cuando promediando el primer tiempo ingresó al campo de juego Santiago Acosta. Medias bien altas (tanto como él) y la camiseta histórica (cosa de pocos). Allá de 9. Como si nada hubiese pasado. Dejando tibia, peroné y 6 meses en Estados Unidos de lado. El momento más emocionante. Hasta el segundo tiempo...
Se cambió la mentalidad. Y nos decidimos a atacar. Más que nada lo tomamos como una invitación al rival que asomaba con ser muy flojo atrás. Y se empezó a jugar cerca del área rival. Un desborde por izquierda del debutante "Lucho" (gracias Moytor) y, por primera vez, buscaron al ídolo ¿Por qué tardamos tanto? Recibe. La para. Se acomoda. Y fusila al arquero. Para sacarse camiseta, pantalón, médicos, cinta, pesas, gimnasio, rehabilitación, consultas, radiografías, esquí y dos gordas yankis de encima. El regreso soñado. El 1-0. Pero importó más la persona de Churex que haber abierto el marcador. Seguro que si.
A partir de ahí nos distendimos y empezamos a desplegar un buen fútbol. Ese que anduvo melodeando en varios partidos. El del juego sencillo y al pie buscando los espacios. Lucho se anotó con otro gol para que Moytor inflara pecho al grito de "Ese lo traje yo!". Y otro histórico, Nico Donnelly, puso la puntada final a un gol lindísimo por la jugada previa, tocando en equipo. 3-0. Pitu se dio el gusto de irse expulsado por primera vez (vaya que lo buscó). Y descontaron para la estadística nomás. El último partido fue una fiesta. Gracias a la buena noticia del regreso de Churex al equipo. Y a que se ganó cómodo.
Volvió Churex. Pero faltó la otra vuelta. La olímpica. Hija de puta que se nos viene negando. Pero ya la vamos a cruzar.
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